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Paco Stanley - La profecía


Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hace un mes,
y me quedé tan tranquilo.

Otro cualquiera, en mi caso,
se hubiese echado a llorar;
yo, cruzándome de brazos,
dije que me daba igual.

Nada de pegarme un tiro,
ni enredarme a maldiciones,
ni de apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.

¿Que te has casado? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta,
y a la hora de la muerte,
Dios no te lo tenga en cuenta.

Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi madre
que no te guardo rencor.

Porque, sin ser tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
soy el que más te ha querido:
¡y con eso, con eso tengo bastante!

Y haciendo un poco de historia,
nos volveremos atrás,
para recordar las glorias
de mis días de chaval.

-- ¿Qué tiene el niño, Manuela,
que anda como trastornado?
Le noto cara de pena
y el colorcillo quebrado.

Ya no juega a la pelota,
ni tira piedras al río,
ni se destroza la ropa
subiéndose por el nido.

¿No te parece a ti extraño?
¿No es cosa muy rara,
que un chaval de doce años
tenga tan triste la cara?

Mira que soy perro viejo,
y andas demasiao tranquila.
¿Quieres que te de un consejo?
Vigila, mujer, vigila...

Y fueron dos centinelas
los ojillos de mi madre.
-- Cuando sale de la escuela
se va pa los olivares.

-- ¿Y qué es lo que busca ahí? - Una niña:
tendrá el mismo tiempo que él.
José Manuel, no le riñas,
que está aprendiendo a querer.

Mi padre encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre,
y te compró unos zarcillos,
y a mí, a mí un pantalón de hombre.

Yo no te dije «te adoro»,
pero amarré a tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.

Y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
la cinta color de rosa
que engalanaba tu trenza.

-- Voy a misa con mis primos.
-- Bueno; te veré en la ermita.
¡Y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita!

De vuelta del campanario,
cuando rompimos a hablar:
dice mi tita Rosario
que la cigüeña es sagrada...

Y el colorín y la fuente, y el rocío,
y el bronce de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río,
y aquella cinta lejana
que llamea en el horizonte.

¡Todo es sagrado! Cielo y tierra,
porque todo lo hizo Dios.
-- ¿Qué te gusta más? - Tu pelo.
¡Qué bonito me salió!

Y tus manos redonditas,
y tus pies, fingiendo el paso
de las palomas zuritas.

Con la pureza del copo
de nieve te comparé.
Te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.

Te hice un ramo
de pitiminí precioso,
y luego, y luego nos retratamos
en las agüitas del pozo.

-- ¿En qué piensas?
-- En darte un beso.
Y sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.

De noche, muertos de luna,
nos vimos en la ventana. -Shhh, calla,
mi hermanillo está en la cuna,
le estoy cantando la nana.

Y mientras tú le cantabas,
yo, inocente, pensé
que la nana nos casaba
como a marido y mujer.

¡Pamplinas, figuraciones
que inventan los chavales!
Después la vida se impone:
tanto tienes, tanto vales...

Por eso hoy, al enterarme
que llevas un mes casada,
no dije que iba a matarme
sino... ¡que me daba igual!

Mas, como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía;
tú, cada noche, en tu sueño,
soñarás que me querías,

y recordarás la tarde
que tu boca me besó,
y te llamarás ¡cobarde!
como te lo llamo yo.

Y verás, sueña, que sueña,
que me morí siendo chico,
que se llevó una cigüeña
mi corazón en el pico...

Pensarás: No es cierto nada;
yo sé que lo estoy soñando,
pero allá en la madrugada
te despertarás llorando

por el que no es tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
sino... ¡el que más te ha querido!
¡Y con eso, con eso tengo bastante!

Por lo demás, todo se olvida,
verás como Dios te envía
un hijo como una estrella,
avísamelo enseguida,
me servirá de alegría
cantarle la nana aquella.
¡Quítate de la esquina
chiquillo loco,
que mi madre no quiere,
ni yo tampoco!

Pensarás: No es cierto nada;
yo sé que lo estoy soñando,
pero allá, pero allá en la madrugada
te despertarás llorando

por el que no es tu marido,
ni tu novio, ni tu amante,
sino... ¡el que más te ha querido!
¡Y con eso, con eso tengo bastante!