Sara Montiel - Los nardos
Por la calle de Alcalá,
con la falda almidoná,
y los nardos apoyaos en la cadera,
la florista viene y va,
y sonríe descará,
por la acera de la calle de Alcalá.
Y el gomoso que la ve,
va y le dice: «venga usted»
a ponerme en la solapa lo que quiera,
que la flor que usted me da
con envidia la verá
todo el mundo por la calle de Alcalá.
Lleve usted nardos, caballero,
si es que quiere a una mujer,
nardos no cuestan dinero,
y son lo primero para convencer.
Llévelos, y si se decide,
no me moveré de aquí,
luego, si alguien se los pide,
nunca se le olvide que yo se los di.
(Por la calle de Alcalá,
con la falda almidoná,
y los nardos apoyaos en la cadera,
la florista viene y va,
y sonríe descará,
por la acera de la calle de Alcalá.)
Y el gomoso que la ve,
va y le dice: «venga usted»
a ponerme en la solapa lo que quiera,
que la flor que usted me da
con envidia la verá
todo el mundo por la calle de Alcalá.
(Lleve usted nardos, caballero,
si es que quiere a una mujer,
nardos no cuestan dinero,
y son lo primero para convencer.)
Llévelos, y si se decide,
no me moveré de aquí,
luego, si alguien se los pide,
nunca se le olvide que yo se los di.
(Una vara de nardos
para el que quiera saber
si será por fin dueño
de un querer de mujer.)
(Llévelos usted,
no lo piense más,
mire que en amor
suerte le han de dar.)
(Ahhhhhhh...)
Caballero, ¿nardos?
Valen muy poco...
Pero son muy bonitos...
¿Sí?
Gracias, señor...
Llévelos, y si se decide,
no me moveré de aquí,
luego, si alguien se los pide,
nunca se le olvide que yo se los di.