A veces, me pregunto cómo sería vivir en un mundo sin relojes.
Me imagino cómo cambiaría todo, nuestra manera de ver las cosas, de vivir la vida, sin prisas, sin obligaciones, sin nada que hacer a continuación.
Haciendo en cada momento lo que nos apetece, sin sentir la ansiedad por lo que tenemos que hacer después.
En un momento, calmar el hambre, y, una vez saciada, descansar, relajarse, jugar. Tal vez entonces, simplemente porque sí, porque surge, se quiera saciar el hambre de amor, también sin prisas, sin preocupaciones...
Y más tarde, probablemente venga el cansancio, el sueño, y entonces dormimos con la tranquilidad de saber que lo haremos durante el tiempo necesario, que no habrá reloj que nos despierte...
Ah, ¡cómo envidio a veces a aquellos antepasados, que no conocían el fatídico avance de las manecillas de un reloj!
Ana Mª Fernández
21-06-2005
