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El día que me di cuenta


Un pícaro y un tonto están en el cine.
-Te apuesto diez euros a que el vaquero que monta el caballo blanco se va a caer -dice el pícaro.
-De acuerdo- acepta el tonto.
Cinco minutos más tarde, el vaquero se cae.
-¡Muy bien! -concede el tonto -¡Ganaste diez euros!
-Ya había visto la película -le confiesa el pícaro.
-Yo también, pero nunca me habría imaginado que el vaquero fuese a caerse esta vez también -le responde el tonto.
Alejandro Jodorowsky, «Cabaret místico»


Muy graciosa la esperanza del tonto queriendo mirar la misma película pero creyendo que -de repetirse- tendría un final diferente. Muy graciosa la esperanza, y muy tonto, el tonto... Aunque ya no da risa, cuando tomamos conciencia de que muchas veces nos comportamos como el tonto del chiste. Muchas veces, repetimos las mismas acciones, las mismas situaciones una y otra vez sin cansarnos de esperar resultados diferentes. Somos como el tonto del chiste, volvemos a ver la misma película, pero esta vez esperando que el final de la escena sea otro. No nos damos cuenta -o no queremos darnos cuenta- que la situación finalmente acabará como siempre lo hace. Y, desde ese no darnos cuenta, seguimos insistiendo en nuestras acciones, seguimos insistiendo en esperar un final diferente.

Pero debería sonarnos ya una alerta cuando nos percatamos de que es la misma película. Deberíamos darnos cuenta de que si no cambiamos de película, el final ya es sabido. Que si seguimos poniendo nuestra energía en que los otros cambien, en que las circunstancias sean otras, en que otros respondan diferente a nuestras mismas acciones de siempre, a que si esperamos a que los otros nos respeten cuando somos nosotros los que no nos respetamos, tendríamos que saber que el final de la historia es el viejo final conocido.

Si pudiéramos por un momento, frenarnos y despertar... Darnos cuenta de que necesitamos cambiar nosotros para que lo demás cambie. Si pudiéramos darnos cuenta que el cambio siempre está aquí, en la persona que estoy siendo, en las acciones que yo estoy ejecutando...

Que soy yo el que necesita crear un contexto distinto para que esa conversación se pueda llevar a cabo, que soy yo el que necesita ver y modificar lo que me pasa con el enojo del otro en lugar de esperar a que el otro deje de enojarse, que la persona que tiene que aprender a marcar y respetar sus propios límites soy yo, en lugar de seguir esperando a que el otro respete unos límites que yo mismo no respeto, y vulnero aceptando determinadas cuestiones. Debería darme cuenta de que necesito yo aprender a escuchar para que la conversación con el otro tenga un final diferente, que ese otro va a seguir a la defensiva en tanto yo siga atentando contra él insistiendo en que debe ser otro distinto al que es.

Sé el cambio que quieres ver en el mundo (Ghandi).

Sé el cambio que quieres ver en el mundo. Esa frase es la clave... Allí reside el secreto de la historia. Si quieres que tu película tenga otro final, necesitas ver tú otra película, necesitas cambiar, darte cuenta de que ya no puedes seguir haciendo lo mismo, no puedes seguir siendo la misma persona. No puedes seguir mirando para afuera, no puedes seguir intentando que los otros cambien, no puedes seguir esperando, esperanzado en que las circunstancias sean otras. Si quieres otro final, todo lo que tienes que hacer es volver la mirada hacia ti. Es cambiar tus propias acciones. Es cambiar el ser humano que estás siendo. Siempre, siempre, allí radica el secreto. ¿Parece casi un sacerdocio? Puede ser. Pero puedes estar seguro que no habrá un ser más feliz que tú. Ni con más paz. Ni con más poder personal.

El día que me di cuenta de esto... mi vida comenzó a cambiar.