Esa mujer
Yo veía a «esa mujer» casi todas las noches,
siempre muy pintada, parada en una esquina.
Era muy elegante, aparentemente fina.
Llamaba la atención porque miraba a los «coches».
¡Papi! ¿Por qué esa mujer siempre sale por las noches?
¿Sabes, pá? ¿Que de mi compañera Lu, es vecina?
Dice que tiene una mamá, sentadita, y ¡nunca camina!
¿No la regañarán como a mí; haciéndole reproches?
Mi papi hacía oídos sordos, yo de palabras ¡derroche!
¡Ah! Y ¿sabes qué más? A su mamá la carga encima.
Como si fuese un bebé, de la pieza, ¡a la cocina!
Y que de tantos remedios, tiene la cara como bamboche.
¡Ufffa, pá! No te voy a acompañar más a guardar el coche.
No me llevas el apunte ¡Igual que la abuela Celestina!
Que sólo se dirige a mí cuando quiere una aspirina.
Y después que se la doy, dice: ¡Te pondría en la boca broches!
Hoy, que ya no soy una niña, y veo mujeres por las noches,
¡pienso en aquella hija! Y recuerdo, triste, aquella esquina.
Los ojos de mi pá humedos, del color de la cerulina,
diciéndome que nunca más lo acompañe a guardar el coche.
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«Aquél que esté sin pecado que arroje la piedra el primero.»
Palabras de Jesús cuando los hombres acusaban a la mujer adúltera.
San Juan, cap. 8 vers. 7 ( La Biblia: Palabra de Dios )
Libia Beatriz Carciofetti