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La muerte como un nuevo comienzo


Llega un momento en las vidas de todos nosotros, cuando debemos prepararnos para la muerte. Cuando nos hacemos viejos, cuando nos enfermamos de gravedad o corremos un serio peligro, no podemos preocuparnos simplemente con la pregunta de cómo mejorar, a menos que «mejorar» signifique pasar a una vida después de la muerte.

En nuestra cultura, que de tantas maneras está orientada hacia la muerte, encontramos poco apoyo, si acaso alguno, que nos prepare para una buena muerte. La mayoría supone que nuestro único deseo es vivir más tiempo en esta tierra. Sin embargo, morir, como dar a luz, es un camino hacia una nueva vida. Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: su tiempo de nacer y su tiempo de morir.

Debemos preparamos para nuestra muerte con el mismo cuidado y atención con que nuestros padres se prepararon para nuestro nacimiento. Después de la muerte no hay otro «después». Palabras como después o antes pertenecen a nuestra vida mortal, a nuestra vida en el tiempo y espacio.

La muerte nos libera de los límites de la cronología y nos lleva al «tiempo» de Dios, que es atemporal. Las especulaciones sobre la vida después de la muerte, por lo tanto, no son más que eso: especulaciones. Después de la muerte no hay primero, ni más tarde, ni hay aquí o allá, ni pasado, o presente, o futuro. Dios es todo en todos.

El fin de los tiempos, la resurrección de los cuerpos, y la nueva venida gloriosa de Jesús no están separados en el tiempo para aquellos que ya no están en el tiempo. Para nosotros, que todavía vivimos en el tiempo, es importante que no actuemos como si la nueva vida en Cristo fuera algo que podemos abarcar o explicar. El corazón y la mente de Dios son mayores que los nuestros. Todo lo que se nos pide es confianza.

La muerte es una transición a una nueva vida. Esto suena muy hermoso, pero pocos de nosotros deseamos hacer esta transición. Podría ayudarnos si nos diéramos cuenta de que nuestra transición final viene precedida por muchas otras transiciones anteriores.

Cuando nacemos hacemos la transición de la vida en el útero a la vida en la familia. Cuando empezamos la escuela hacemos la transición de la vida en la familia a la vida en una comunidad más amplia. Cuando nos casamos hacemos la transición de una vida con muchas opciones a una vida comprometida con una persona. Cuando nos jubilamos hacemos la transición de una vida con una tarea bien definida a una vida que nos exige una nueva creatividad y sabiduría.

Cada una de estas transiciones es una muerte que nos lleva a una vida nueva. Si vivimos bien estas transiciones, cada vez estaremos mejor preparados para la gran transición final. Lo que parecía ser el final, resultó ser el comienzo; lo que parecía causa de temor, resultó motivo de valor; lo que parecía derrota, resultó ser de esperanza.

Henri Nouwen