La sabiduría del otoño
No es viejo aquel que pierde su cabello o su última muela, sino su última esperanza.
No es viejo el que lleva en su corazón el amor siempre ardiente.
No es viejo el que mantiene su fe en sí mismo, el que vive sanamente alegre, convencido de que para el corazón puro no hay edad.
El cuerpo envejece, pero no la actividad creadora del espíritu.
Para el profano la ancianidad es invierno; para el sabio es la estación de la cosecha. El crepúsculo de la vida trae consigo su propia lámpara. Hay una primavera que no vuelve jamás y otra que es eterna; la primera es la juventud del cuerpo, la segunda es la juventud del alma.
Cuando una noble vida ha preparado la vejez, no es la decadencia lo que ésta recuerda: son los primeros destellos de la inmortalidad.