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Los hijos no esperan


Primera etapa:

Hay un tiempo para hacer dieta y ejercicios. Hay un tiempo para tener a tu hijo entre los brazos. Hay un tiempo para dejar a un lado los platos sucios y llevar a tu hijo al parque a columpiarse. Hay un tiempo de correr con él una carrera, hacerle un dibujo, atrapar una mariposa. Hay un tiempo para enseñarle el camino y enseñarle a orar. Hay un tiempo para enseñarle muy pacientemente a obedecer. Hay un tiempo para reflexionar y saber que no puedo poseerlo.

Que no es mío, que he sido elegida para cuidar de él, para amarlo, disfrutar de él, edificarlo y responder ante Dios por él.

He resuelto hacer lo máximo a mi alcance.

Porque los hijos no esperan.


Segunda etapa:

Hay un tiempo para hablar con él en vez de renegar, sonreír en vez de fruncir el ceño. De secar lágrimas y reírse de los platos rotos o de los errores que cometió. Un tiempo para compartir con él mis mejores actitudes. Hay un tiempo para contestar a sus preguntas, a todas sus preguntas, porque quizá vendrá el momento en que no querrá escuchar mis respuestas.

Porque los hijos no esperan.


Tercera etapa:

Hay un tiempo para verlo partir a la escuela, de escuchar con interés sus descripciones de lo acontecido en ese día. Hay un tiempo para enseñarle a ser independiente, a tener responsabilidad, autodisciplina. De ser firme, pero afectuosa, de saber disciplinarlo con amor.

Porque pronto llegará el momento de dejarlo partir y de soltar los lazos que lo sujetan a mi falda.

Porque los hijos no esperan.


Cuarta etapa:

Llegará el momento en que ya no habrá más puertas que golpean, ni juguetes en la escalera, ni peleas entre ellos, ni marcas en las paredes. Entonces podré mirar atrás con gozo y no con pesar.

Habrá un tiempo para mirar atrás y saber que estos años de ser madre no se desperdiciaron.

Pido a Dios que llegue el momento en que pueda ver a mi hijo hecho un hombre íntegro y recto, amando a Dios y sirviendo a los demás.

Dios mío, dame la sabiduría para saber que hoy es el día de mis hijos. No existen los momentos de poca importancia en sus vidas. Que sepa comprender que no hay carrera mejor, que no voy a cambiar este derecho por una reputación profesional, o por un cheque de sueldo, no hay trabajo más remunerado, ni tarea más urgente que él.

Que yo no postergue ni descuide esta labor, que pueda aceptarla con gozo, y que con la ayuda del Espíritu, y por tu gracia, me dé cuenta que el tiempo es breve, y que mi tiempo es hoy, que una hora de dedicación hoy podrá salvar años de dolor mañana.

La casa puede esperar, los platos pueden esperar, la pieza nueva puede esperar, el jefe puede esperar, todos pueden esperar.

Pero los hijos no esperan.