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No habrá paz en la tierra


No habrá paz en la Tierra, mientras los hombres no abdiquen de los artificialismos, de las convenciones sociales infundadas, de las complicadas maniobras para obtener posición y poder, de los laberintos, de la sofisticada ilusión que han creado, de las susceptibilidades exacerbadas por el excesivo cuidado con sus propias personalidades, de los exhibicionismos de las poses, de los estilos, de la fuerza y de la pretendida superioridad.

No habrá paz en la Tierra, mientras los hombres no puedan amar espontáneamente, sin medir estatutos y grandeza, sin defender posiciones propias o codiciar las ajenas, sin reservas ni fingimientos, sin repugnancias ni aires afectados, sin ostentaciones ni envidias.

No habrá paz en la Tierra, mientras los hombres no comprendan que es la misma vida la que en todos palpita. Es demasiado fácil pedir la paz cuando consideramos que son los otros quienes la violan. Por eso, cuán estériles, cuán frágiles e infundados son los pensamientos que catalogan diferencias formales, que separan odiosamente razas y castas, niveles sociales y etiquetas de buenas o rudas maneras; cuán absurdamente complicado, pervertido y rebuscado es pretender alguien ser más que alguien, es pretender alguien tener más que alguien, es pretender alguien subir más que alguien en los pobres criterios de la visión material de las cosas. Por eso fue dicho y repito: «Bienaventurados los que tienen un corazón de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos».

No habrá paz en la Tierra, mientras haya falta de escrúpulos en las pequeñas como en las grandes cosas, en los asuntos personales del día a día, como en los asuntos de los estados y de las relaciones entre países.

No habrá paz en la Tierra, mientras haya mentiras, subterfugios y malévolas intenciones para subir en los empleos y en la escala social, para forjar una imagen de seriedad que realmente no se tiene, para que haciéndose el mal, se enarbole el papel de víctima.

No habrá paz en la Tierra, mientras se capitule ante el mal, por simple comodidad, por cobardía o por liviandad.

No habrá paz en la Tierra mientras, por acción o por omisión, haya sujetos y cómplices de la agresión, de la usurpación, de la negación de la igualdad e identidad fundamental de todos los seres.

No habrá paz en la Tierra, mientras alguien se considere dueño (o con derecho de abusar) de otros hombres, de violentar animales gratuitamente, o pretender esclavizar, forzar y prostituir a la naturaleza.

No habrá paz en la Tierra, mientras se pisoteen los derechos humanos y de la vida; mejor dicho: la dignidad del hombre y de la vida, y se niegue (o reniegue, por mal uso), la sagrada libertad.

No habrá paz en la Tierra, mientras no haya justicia, mientras no haya perdón, mientras no haya paz en los corazones, en todos los corazones.

Sí, sólo habrá paz en la Tierra, cuando todos los hombres amen sencilla y espontáneamente, sin condiciones, sin el peso de conveniencias e intereses, sin pretender ser más de lo que son.

Sólo habrá paz en la Tierra, cuando todos los seres hayan reintegrado en su corazón -poniendo término a cualquier separatividad y fronteras- todos los seres del universo, no importa cuál sea su forma de manifestación, o su estatuto evolutivo, intelectual o social.

Mientras así no fuera, no habrá marchas pacifistas (eventualmente, de relativa utilidad), ni golpes en el pecho o poses externas beatíficas, ni declaraciones teatrales, que instauren la verdadera paz integral para todos en el mundo.

Ocurre a menudo:
- Mientras habla de paz en medio de una fiesta que le costó una fortuna, hay quien debe varios meses de salarios a los trabajadores de su empresa.
- Hay quien festeja con el dinero desviado al patrón honesto y bondadoso, que siempre lo ayudará.
- Hay quien tiene el corazón lleno de despecho, porque en la misma o en otra fiesta, alguien está teniendo más éxito, es considerado más vistoso, o mejor y más apropiadamente vestido.
- Y hay gobiernos que promueven opíparos festejos para su pueblo y, al mismo tiempo, continúan aplastando (por la fuerza militar o económica) poblaciones indefensas a las que, negándoseles elementales derechos, fue impuesta la paz, según ellos dicen.

Es muy fácil, demasiado fácil, decir que se quiere la paz. Casi todas las personas lo dicen -porque son siempre «los otros» quienes hacen la guerra o violan la paz. Son siempre los otros países, las otras civilizaciones, los otros colores políticos, las otras religiones.

Te doy una llave para la paz: la sencillez.

Tomado del libro «Siete Llaves» del Centro Lusitano de Unificación Cultural