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Proposiciones para el Año Nuevo


Uno de los tópicos que siempre se tocan de alguna manera en psicoterapia al acercarse el fin de año, es lo que éste representa y mueve en el paciente. La revisión de lo que ha sido el año, y por supuesto, la proyección hacia el próximo. Hay múltiples rituales para despedirse de lo pasado y dibujar lo que se espera del futuro en estas fechas. El recorrido de lo pasado usualmente se tiñe de nostalgias y el recuerdo de seres queridos ausentes, mientras que la revisión de lo personal se basa en un conteo más enfocado en logros materiales o laborales, que en vivencias y aprendizajes.

Esto trae como consecuencia, que usualmente el balance sea percibido por debajo de lo esperado y se acompañe de sentimientos de frustración y tristeza. La elaboración de los propósitos para el siguiente año incluyen algunos deseos inespecíficos de paz y buena voluntad hacia la humanidad y nuestra familia, pero afectivamente se centran en un nuevo listado de logros materiales, laborales o sociales. El problema tal vez radica en lo inespecífico de los deseos, lo que dificulta una planeación realista para lograrlo.

Es frecuente desear mejores relaciones interpersonales en el hogar, una vida de pareja más armoniosa, mejor calidad de vida, salud, etc. Pero ¿realmente conocemos cuáles son los problemas que aquejan nuestras relaciones, la razón de nuestra intranquilidad y la pobre calidad de vida que tenemos a pesar de acumular cada día más y más objetos? Si desconocemos la raíz de nuestras frustraciones, es difícil desear adecuadamente o elaborar propósitos que realmente satisfagan nuestras verdaderas necesidades internas.

Hay algunas directrices que pueden orientar nuestra percepción de lo que deseamos ser y vivir en el futuro. La premisa fundamental es no esperar que el mundo externo se transforme para satisfacer nuestras necesidades, sino transformar nuestra capacidad de percibir sanamente lo externo y participar activamente para crear lo que necesitamos. Un ejemplo sería no basar nuestra futura alegría en que nuestro medio laboral sea más gratificante o interesante, cambiando a quienes allí laboran o la labor que hacemos rutinariamente, sino tratar de percibir la potencialidad de cada escenario donde nos desenvolvemos para transformarlo en lo que desearíamos que fuera. Esto implica apasionarse por lo que se hace aunque el medio donde estemos, sea escuela, hospital u oficina, pueda resultar muchas veces reacio y perseguidor ante quien ose romper la monótona mediocridad.

Otra premisa es revisar nuestro estilo de vida y proponernos, real y sistemáticamente, a introducir y mantener cambios en las áreas que detectamos como poco saludables. Casi todos nos quejamos del estrés de la vida diaria, como si fuera una suerte de condición ineludible de nuestra civilización. Sin embargo, muy pocas personas estarían dispuestas a condescender con el más mínimo cambio. Padecemos insomnio, trastornos de ansiedad, nos quejamos del poco tiempo que nos dedicamos mutuamente para compartir como familia, en pareja o con los amigos, pero ¿quién está dispuesto a proponerse para el nuevo año dejar algunas horas libres para el descanso, la actividad lúdica o simplemente para comer todos juntos en familia?

Es cierto que cada día son más frecuentes los trastornos depresivos o de ansiedad; es cierto que cada vez tenemos más cosas y más vacío. Es cierto que a medida que pasa el tiempo aprendemos a desear más, a comprar más, a ver más televisión, mientras vamos olvidando cómo disfrutar de nosotros mismos y de la compañía de otros. Olvidamos cómo ser buenos seres humanos en armonía con la naturaleza, para ser buenos ejecutivos o mejores acumuladores de bienes.

Los propósitos para el nuevo año deben centrarse primero en un proceso de reconocimiento de nuestras reales necesidades internas y luego en un replanteamiento de nuestro estilo de vida. Proponer pequeños cambios que nos acerquen a nuestra humanidad y a los otros, con quienes compartimos la vida dentro de un sentido trascendente. Tal vez, sea el camino hacia una vida más satisfactoria y con menos patología psicológica.

Tibaire González de Rojas