Así es un hombre
¿Quién puede decir ciertamente cómo es un hombre? ¿Qué piensa? ¿A qué le teme? ¿Por qué vibra? ¿Qué es lo que más le interesa en la vida y en el mundo? ¿Hasta dónde es capaz de amar sin pensar que está loco o que es ridículo? ¿Quién puede decir que realmente conoce a un hombre?...
¿Quién puede decir que verdaderamente lo comprende?...
A veces pareciera que sí, que es posible, que atravesando el complicado laberinto de sus pensamientos, una ha llegado al fondo de ese lugar secreto, escondido, protegido por los cinco sentidos y lo ha encontrado...
Pero un minuto después, se rebela... cambia todas las huellas, las borra, cambia su tono de voz, de piel, cambia la intensidad de la mirada, se vuelve hosco, lejano, inalcanzable.... y otra vez estamos fuera.... otra vez comenzando...
Con un hombre nunca se está en camino, siempre se está empezando a caminar...
Un hombre... ¡qué dilema!
Amamos a un hombre y nos abrimos con una daga el pecho para darle nuestro corazón desnudo en la palma de su mano, desnudo y tembloroso, y él tiene miedo de abrirse el pecho para cobijar ese corazón que se le está brindando... y cuando oye que su propio corazón late solo... dice que está solo, como siempre, sin darle importancia al otro corazón... No necesita nada... No necesita a nadie.
Es que tal vez él no quería que le diéramos el corazón, tal vez quería una sonrisa, y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestra vida...
Es probable que él buscara la suavidad de nuestra piel, para sembrar en ella unos luceros que súbitamente le crecieron en la sangre, y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestra sangre...
Quizás tan sólo quería tener cerca nuestro silencio, para poder pensar que estaba acompañado, y nosotras, exageradas como siempre, le dimos nuestros pensamientos...
¿Acaso no es cuando no damos nada, que más recibimos de un hombre?...
¿Acaso no es cuando damos solamente un poco de nuestra piel, cuando recibimos todo de él... su piel, sus nervios, sus músculos tirantes, su clamor, su hoguera... su esencia?
¿Acaso no es cuando damos solamente el silencio, cuando recibimos su grito y su llamado...?
¿No es cuando le dejamos la duda, cuando nos ofrece todo con certeza... nos promete la luz, el agua, la luna y las estrellas, nos da la verdad?...
Y cuando vamos por nuestro camino sin detenernos, él quiere llevarnos por su camino, dejarnos transitar por él, mostrarnos sus sueños... y cuando no lo vemos... él quiere que lo miremos...
Y cuando no lo amamos... él quiere amarnos y hace lo imposible para que dejemos caer sobre él una pequeña gota de amor... pequeña y transparente como una lágrima...
Y sus manos son nido, cuando no somos aves...
Y su ternura es vino, cuando no somos cántaro...
Y su pasión es llama, cuando no somos leña...
Y su cariño es un millón de luciérnagas, cuando no somos noche...
Y su presencia es sol, cuando no somos cielo, ni día y ni le pertenecemos...
Cuando nuestro jardín está sin siembra.... él quiere recoger rosas...
Cuando el muro es resbaladizo y alto... él quiere treparlo, para ver qué hay del otro lado...
Lo que un hombre quiere es ser niño... cuando lo necesitamos hombre del todo... Y ser hombre cuando inventamos para él un parque con una calesita y un montón de hamacas...
Y quiere que volemos... cuando él mismo ha cortado nuestras alas...
Y quiere que seamos únicas... cuando él mismo nos modela a sus deseos y cree que somos suyas.
Es por eso que no sé; verdaderamente no sé de quién nos enamoramos las mujeres, si de un hombre o de la idealización del hombre que tenemos en mente...
Si de un hombre o de la imagen que tenemos guardada o inventada en nuestro corazón...
Y creemos que él le teme a la soledad... pero eso es lo que él más ama... «su soledad»... Él teme perderla...
Por eso, ¿quién cree que conoce a un hombre?...
Son imprescindibles... y tan esenciales, así como nosotras...
Pero ellos creen que siempre van a ganar... A veces lo hacen, pero todos alguna vez perdemos...