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Un grito en el silencio


El aislamiento, la soledad, el abandono, el rechazo familiar, social y religioso, el abuso físico, emocional y espiritual, el menosprecio, el clasicismo, el racismo, etc., han hecho que miles de personas lancen un grito desde lo profundo de su ser, un grito clamando por ayuda, que lamentablemente en muchos casos ha quedado sepultado en el silencio por la indiferencia, la ignorancia, la falta de empatía y amor.

Si alguna vez has gritado en soledad, hoy puedes empezar un camino hacia la sanidad, haciendo que tu grito se escuche, rompiendo el círculo de la soledad. Igualmente tú puedes abrir tus ojos y oídos, extendiendo tus manos, a todos aquéllos que gritan en silencio.

¿Por qué no escuchamos el grito ajeno? ¿Qué nos impide escucharlo?

Un psiquiatra clínico, explica lo que le han compartido algunos pacientes, del porqué les resulta difícil oír el grito ajeno:

- Si yo encontrara a mi vecino en problemas -matrimoniales, con los hijos, o cualquier otro- no sabría qué hacer. El miedo al fracaso, a no saber encarar el problema, o dicho de otra manera, el miedo a que al envolverse en ayudar a alguien, esta persona se dé cuenta que yo también tengo mis debilidades, mis faltas y problemas, el miedo a estar tan cerca de la persona, que uno pueda sentir el dolor ajeno, nos asusta, nos paraliza. Necesitamos más humildad para poder decir: «Tú eres como yo, tú necesitas ayuda en esa área, y yo en esta otra».

¿Qué te puede impedir a ti que gritas en el silencio, dejar que se escuche tu voz, y recibir ayuda?

Recientes investigaciones han llegado a la conclusión de que la soledad es una de las principales causas de infelicidad, y aunque no constituye un trastorno en sí misma, va normalmente asociada a sentimientos de descontento, frustración y ansiedad que con cierta frecuencia desembocan en depresión. Es como un muro protector donde nos refugiamos en algunos casos, para no recibir más dolor, humillación y rechazo.

Existen algunas condiciones de vida que pueden propiciar el sentimiento de soledad: los cambios de domicilio que implican el corte de lazos familiares y de amigos, el tipo de relaciones que se establecen en la gran ciudad (formales, frías y poco íntimas), las escasas relaciones con la familia, el incremento de separaciones y divorcios, el incremento de valores individualistas, la búsqueda del éxito personal y la competitividad acentuada, el rechazo familiar, la desintegración familiar, problemas emocionales, y un largo etcétera, conllevan a un aumento de la soledad en nuestro entorno.

Cuando la soledad arraiga en nuestra personalidad, puede convertirse en una cárcel psicológica que conlleva a un proceso que puede resumirse en cuatro etapas que forman una cadena cuyo final implica el inicio del círculo de la soledad.

- Creencias negativas hacia sí mismo:
A causa de sus fracasos pasados, las personas solitarias se ven negativamente a sí mismas y están convencidas de que fracasarán al tratar con los demás. Tienen poca autoestima, se rebajan a sí mismos, se sienten incapaces de relacionarse. Creen que su timidez es invencible y no pueden luchar contra ella. Así el solitario se deja arrastrar por pensamientos negativos de sí mismo y de los demás. Esto tiende a funcionar por profecías auto-cumplidoras. Quien cree que va a fracasar acaba fracasando por su falta de confianza.

- Conducta con poca habilidad social:
El solitario tiene poca habilidad social, le resulta difícil desplegar actividades sociales, participar en grupos, no sabe ser agradable, demostrar que disfruta de la compañía de los otros, y tratarlos cordialmente. Suele comportarse de forma menos agradable cuando está en público, se siente inseguro de sí mismo, ansioso, generalmente es poco inclinado a revelar su intimidad y cuando la descubren se comporta de forma inapropiada, demasiado íntimo con los de su mismo sexo y superficial con el sexo opuesto, tendiendo a refugiarse en la ironía al tratar con los demás.

- Rechazo de los otros:
La mala imagen del solitario, la forma de tratar a los demás, no son una buena tarjeta de presentación. Con su forma de actuar ahuyenta a los que podrían haber llegado a ser amigos suyos, y contribuye a que los demás no le miren bien.

- Retirada a la soledad:
Sólo el repliegue en su concha permite un mínimo de seguridad a la persona que se siente rechazada por los demás. La soledad tiende a consolidarse con el tiempo. Estas personas están convencidas de que su situación no va a cambiar. La depresión e infelicidad que acompañan al aislamiento refuerzan las creencias negativas hacia sí mismo y reinician el proceso circular en una situación que se realimenta a sí misma.

Es importante darse cuenta del proceso para poder iniciar el cambio e iniciar el proceso hacia la aceptación de uno mismo, de los demás, y conseguir la felicidad. El primer paso para salir de este círculo, es aceptar confiar en alguien. Esto no es fácil. Algunas personas son deshonestas, pero no todas. Algunas personas mienten, pero no todas. Otras abandonan, pero no todas. No generalices, no todos somos iguales. Por regla general, las personas que hemos sufrido, percibimos más fácilmente quien escucha sin prisas y con interés, y quien extiende una mano amiga de corazón. Date una nueva oportunidad.

El segundo paso es recuperar tu autoestima. ¿Qué es autoestima? Es el valor que me doy a mí mismo, la auto valía que tengo de mi persona en su totalidad, sea ésta alta, media o baja. La manera en que nos tratan los demás es un reflejo de cómo nos vemos y nos tratamos a nosotros mismos. Investigaciones han demostrado que no existe relación entre la inteligencia o las características físicas y el éxito en la vida; todo tiene que ver con la actitud.

Date ánimos cada vez que los necesites, cree en ti mismo, quiérete a ti mismo, ten aprecio a tu individualidad, ayúdate a desarrollar tu talento y tus habilidades. Por último, déjame decirte por experiencia, que el tiempo, la ayuda de Dios, y tu esfuerzo, convertirá esa herida abierta, en una cicatriz cerrada, que puedas enseñar a otros que sufren en silencio.

M. Ángeles Vallet Luque de Mora