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Viste cuánto te quiero


Mira qué lindo lo que te regalé para tu cumpleaños, ¿viste cuánto te quiero?...

Esta es una historia mezquina e irrazonable para conseguir que el otro devuelva con la misma moneda.

Claro que me encanta que me quieran, que la gente se acerque y me diga te quiero, pero no para mostrarme que me quiere, sino porque siente ganas de decírmelo.

Basta de la aprendida historia absurda de decir «Te quiero» para escuchar «Yo también te quiero».

«Tengo que acordarme que tengo que comprar un regalo de aniversario, porque si no mi esposa va pensar que ya no la quiero más».

Lo importante de toda relación interpersonal no es que yo te diga que te quiero, ni que te lo demuestre. Lo importante es si vos te sentís querido o no.

Por eso propongo que la próxima respuesta que des cuando alguien te diga «te quiero» sea: «Lo sé.»

Cuando uno recibe esta respuesta del otro, siente que su sentimiento llega, no hay un eco enfrente, el otro lo registra.

Y entonces uno cierra el círculo.

Hay que explorar esto. Cuando otro me quiere y yo me siento querido, la sensación de satisfacción de ambos es grandiosa. Él siente que lo percibo, que lo registro, que, de verdad, lo que él siente es importante.

También puede quererme y no ser capaz de demostrar lo que siente.

Hay gente que te manda flores todos los días y no te quiere nada. Y también hay gente que vive con otros que nunca han mostrado nada en toda su vida, y, sin embargo, se siente querida, gente que sabe que aunque el otro no haga las cosas que otros hacen, cuando lo mira a los ojos sabe.

Yo tengo un amigo entrañable que es un tipo de llamar por teléfono, de ocuparse y mostrar y actuar. Me siento muy querido. Y yo, que por ahí no soy tan actuador de esas cosas o estoy más ocupado, a veces me siento y le pregunto:

- ¿Vos sabes que yo te quiero mucho?

Y él entonces me dice:

- Sí, claro que lo sé... Vos sos así, yo ya lo sé.

Y no está precisando que yo le diga, que me acuerde de su cumpleaños y que le mande un regalo, porque la verdad es que no le hace falta a nuestro amor.

Cuando hago alguna de estas cosas, entonces él registra y agradece.

¿Puedo querer al otro y que el otro no me quiera?

¿Puede ser que a mí me importe mucho del otro y que al otro no le importe nada de mí?

¿Por qué no?

Tengo un paciente que, harto ya de que su novia lo despreciara y lo dejara plantado y se fugara los viernes a la noche, un día le dijo:

- Mira, el viernes te espero en mi casa, si no vienes esa noche no vengas más porque me voy a suicidar.

Entonces ella le dijo:

- ¡Pero no! ¿Cómo te vas a suicidar?. Escúchame...

- No hablemos más. Si no venís, vas a enterarte de mí por los diarios.

El sábado a la mañana suena el teléfono en la casa de él. Mi paciente atiende.

- Hola - escucha. Era la novia.

- Hola, no viniste - recrimina él. Pausa. Ella contesta:

- ¡Cómo! ¿No te mataste?

Sucede cotidianamente, no es forzoso ni obligatorio que al otro le importe lo que a mí me importa, o que al otro yo le importe tanto como él me importa a mí. Y hay que asumirlo...

Los suicidios relacionados con el amor no son pertinentes. Se suicida por amor aquél que necesita tanto ser amado por el otro que no se quiere lo suficiente a sí mismo. Se suicida por amor aquél que no puede soportar la idea de que la persona que tanto quiere no lo quiera.

El suicidio es, en este caso, una salida obviamente poco práctica y muy poco saludable.

Pero el mayor problema es que la gente utiliza la amenaza suicida para fastidiar al otro.

La idea de amenazar con el suicidio para hacer sufrir...«Mira cómo me mortifico por vos» o «Te quedas conmigo o salto por la ventana», constituyen planteamientos nefastos.

¿Cuál es la ganancia, si el otro no te va a querer para disfrutar con vos, sino para que no te mueras? Se trata de un manejo de culpa. Y la culpa es un sentimiento inventado.

Estamos entrenados para tratar de manejar la conducta del otro. Si yo consigo que vos te sientas culpable, entonces estás en mis manos.

No hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos...

Jorge Bucay