Para toda la vida
Chicas, estoy complicada con el tema de la edad. No coinciden para nada mi edad mental y mi edad física. No da. Y me di cuenta el otro día, cuando terminé de hablar por teléfono con mi vieja. Me dejó pensando. Parece que fue a comprarse un impermeable y costaba carísimo. Y la vendedora, muy canchera, y como extraordinario argumento de venta, le dijo:
«¿Señora, llévelo que le va a durar toda la vida!».
Y mi mamá, muy suelta de cuerpo, le contestó:
«Tengo 80 años... ¿qué es ‘toda la vida’?», y me parece que estuvo bien.
Más allá de que trabaja ocho horas, va a gimnasia y está bárbara, le hace gracia cuando alguien le dice «toda la vida». ¿Y qué será «toda la vida»? Y si ella se lo pregunta, que anda por el mundo con sus arrugas y las asume, ¿qué hago yo? Si ya a los 30 se me complicaba, ¡imagínense ahora que pasé los 50 y me hago retoques! Me siento extraordinariamente bien, pero si me compro algo y me dicen que es «para toda la vida», no está mal preguntarme: ¿qué será «toda la vida»?
Cuando hace un tiempo fui a pedir presupuesto para cambiar la alfombra de mi casa -por el festejo del casamiento civil de mi hija-, el vendedor me explicaba que era de una calidad que «dura toda la vida». Como ahora estoy muy atenta, vigilante y muy sensible con la edad, le dije:
«Deme la más barata».
¡Basta de gastar con el argumento de «toda la vida»! ¡Si no soy eterna ni lo quiero ser!
Me parece que mi vida se convirtió en una especie de plazo fijo: no hago inversiones de largo aliento. Ya no. Y, chicas, esta que parece una afirmación metafórica, les aseguro que no lo es. Es casi como lo que nos pasó a los argentinos con la crisis de 2001. Después de la debacle, la gente no juntó más un peso y se puso a consumir. Cada uno, en su proporción.
Según las investigaciones de CCR, a cargo de Guillermo Olivetto, acerca del perfil de consumo de los argentinos de acuerdo con las distintas épocas, parece que como a muchos ciudadanos de este país no les alcanza para comprarse una casa, siguen alquilando y se compran, por ejemplo, un DVD.
Y los que no tienen capacidad de ahorro, viven más el presente y consumen en ocio. Van a comer afuera, van a los teatros y a distintos espectáculos.
Con este mismo criterio, las mujeres, nosotras, ustedes y yo: ¿qué hacemos pensando en «toda la vida»? Si es una pregunta filosófica, todo bien. Te la responde la religión, la fe, un gurú, el budismo zen o tu analista. Es igual. Pero si no lo es, y es una pregunta para lo cotidiano, te la puedo contestar cortita y al pie:
Una vez que cumpliste 50, hay que tener claro que no te queda una porción de vida igual a la que viviste. Ya no. Ahora bien, con esta idea clara, en vez de sentirte mal, deprimirte, sentite re-joven y elevá tu autoestima, como hace Moria Casán... hacia el infiniiiiiiiiiito.
No te preguntes:
«¿Qué onda? ¿Qué hacemos? ¿Nos dedicamos sólo a los nietos? ¿A los hijos?».
Nooooo.
A los hijos, no, porque seguramente ya los tenés ca(n)sados y te miran como diciendo «Pobre vieja».
No, chicas, dediquémonos a disfrutar mientras nos dé la salud.
Ocupémonos de hacer las cosas que nos den placer: a esta altura, es mejor una buena peluquería o un buen viaje a una buena heladera. ¿O no se animan a confesar que las hace sentirse muchísimo mejor? Prefiero una buena charla con mis amigas, esas sí, las de «toda la vida», a un electrodoméstico.
Y no pierdan las esperanzas de encontrar al príncipe azul. Hace poco le hice un reportaje al famoso arquitecto Mario Roberto Alvarez, de 93 años.
¿Pueden creer que se enamoró locamente de una señora de 80 y se casó nomás por iglesia y todo?
Moraleja:
Me parece que, hoy en día, no existe el concepto de «toda la vida». Hay edades en las que «toda la vida» no sirve como argumento. «Toda la vida», refiriéndose al futuro, no sirve. Es útil sólo para el pasado.
Último consejo:
No se queden en sus casas. Instalarse puertas adentro está permitido solamente si tienen un señor al lado. Si no, vayan a conferencias gratuitas, lean diarios y revistas en una confitería, vayan a espectáculos. Circulen. Invéntense alguna actividad colectiva, algo que les genere ilusión en este presente imperfecto del que disfrutan hoy.
Any Ventura