Centavos desde el cielo
Hace unos años, mi amiga Arlene y su esposo fueron invitados a pasar un fin de semana en la casa del dueño del negocio donde trabajaba el esposo de mi amiga.
Ella estaba muy nerviosa, porque el jefe de su esposo era una persona muy rica, vivía en una hermosa casa en un barrio muy exclusivo, y tenía carros que costaban más que la casa de ellos.
El primer día pasó bien, y a Arlene le encantó disfrutar de una verdadera vida de ricos. El jefe de su esposo resultó ser un generoso y amable anfitrión.
Arlene nunca antes había tenido oportunidad de experimentar estas extravagancias, así que lo estaba disfrutando inmensamente.
Esa noche, a la entrada de un exclusivo restaurante, el jefe caminaba ligeramente delante de la pareja cuando de pronto se detuvo, mirando hacia el suelo por un largo y silencioso momento. Arlene supuso que él esperaba que ellos se adelantaran, no había nada en el pavimento excepto una pequeña y oscura moneda de un centavo que se le había caído a alguien antes. Aún callado, el hombre se agachó y tomó la moneda. La alzó y sonrió, y acto seguido la depositó en su bolsillo como si hubiese encontrado un gran tesoro.
¡Qué absurdo! ¿Qué necesidad tiene este hombre de un centavo? ¿Por qué tomarse tiempo en detenerse y recogerlo?, pensaba Arlene.
Durante la cena, la escena daba vueltas en la cabeza de Arlene. Al final, como de casualidad, ella comentó que su hija había tenido una colección de monedas, y le preguntó si la moneda que había encontrado tenía algún valor especial.
Una sonrisa afloró a los labios del hombre, al tiempo que introducía la mano en el bolsillo en busca de la moneda.
¡Tenía muchas monedas de un centavo en su bolsillo! ¿Qué significaba esto?...
-«Mire»-dijo él- «lea lo que dice».
Ella leyó: -«Estados Unidos de América».
-«No , eso no, siga leyendo».
-«Un centavo».
-«No, siga leyendo».
-«En Dios creemos».
-«Sí»- dijo él.
-«Y...?» -contestó Arlene.
-«Y si creemos en Dios, su nombre es sagrado, incluso si está en una moneda de un centavo».
Donde quiera que yo encuentro una moneda de un centavo pienso que esa inscripción aparece en todas, y nosotros nunca lo notamos. ¡Dios deja caer un mensaje en frente de mí diciéndome que crea en Él! ¿Quién soy yo para seguir de largo?
Cuando yo veo un centavo, paro, y rezo, y analizo si en ese momento yo estaba creyendo en Dios. Yo tomo la moneda como respuesta a Dios, ¡Sí! ¡Yo sí creo en Él!
Por unos momentos al menos, yo valoro esa moneda como si fuera oro. Yo pienso que esta es una manera en que Dios entabla una conversación conmigo, afortunado de mí. ¡Dios es paciente y hay muchos centavos!