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Cuando la muerte te despoje de tus seres queridos


El invierno había desnudado los árboles, despojándolos de sus hojas. Un niño jugaba en el jardín, y en una ramita de un deshojado arbusto vio un pequeño canastito colgado. Su natural curiosidad de niño lo invitó a explorar el secreto. Con esfuerzos repetidos pudo desprender aquel misterioso y alargado cesto, y con él en sus manos, corrió al encuentro de su madre.

«Mami, ¿qué es esto?»

«Oh, hijito, es un gusano que se escondió esperando la primavera, ahora hace mucho frío y cuando llegue el calor se hará una mariposa.»

«¿Cierto, mami?, -inquirió con desconfianza-. A mí me parece que ahí encerrado el pobre bicho se va a morir.»

«No, querido, vamos a guardar el canastito en una caja, y verás que cuando empiece la primavera saldrá una mariposa volando.»

Así fue como el bicho del cesto durmió largo tiempo en el refugio, protegido del frío y de otros peligros. La mamá, cuando los primeros días templados hicieron retoñar los árboles, comenzó a controlar lo que sucedía, mientras el niño ya había olvidado el misterioso cesto.

Y llegó el momento esperado. La mamá llamó a su hijito, sosteniendo en sus manos la caja del secreto.

«¡Oh, mami, ya me había olvidado... ¡Pero seguro que se murió!»

La mamá abrió lentamente la caja, y el niño pudo ver con asombro el milagro: una mariposa salió volando.

«¡Qué lindo, mami! ¡Y pensar que yo creía que el gusano estaba muerto, y ahora la mariposa vuela!»


Cuando la muerte te despoje de tus seres queridos y los fríos inviernos del dolor te dejen con el sufrimiento de su ausencia, recuerda a aquel niño, y alíviate en medio de tus penas, pensando que lo que hoy lloras como muerto, mañana te sorprenderá mostrándote la vida. Y recuerda también a la madre, que viendo lo mismo que veía su hijo, un pequeño cesto sin vida, intuía mucho más. Los ojos del alma esperanzada ven lo que no ven los ojos de tu cuerpo.

René J. Trossero