Déjame ir
Déjame ir, por favor, creo que ya es mi hora, soy una extraña en este mundo, mi cuerpo se siente cansado, cada célula me pide reposo.
Sé que me amas, y ese mismo amor te pide retenerme a tu lado.
Pero escúchame, por favor, siempre estaré a tu lado, pero ya me quiero ir, te serviré más allá que aquí, donde los achaques y la edad me mantienen en cama.
Tú sabes cuánto te he amado, y lo seguiré haciendo, eres carne de mi carne y sangre de mi sangre, pero el tiempo me está convirtiendo en una desconocida para ti.
Mis recuerdos ya no respetan orden ni tiempo, te veo nítidamente de niña, pero ya no estoy segura de no confundirme entre el pasado y este doloroso presente.
Ya di lo que tenía que dar, cada día en este mundo me cuesta muy caro, ya no hay placer ni alegría, mi mundo se redujo a cuatro paredes y un lecho.
Me duele ver a veces la impaciencia en tus ojos, nunca he querido ser una carga, te tuve para darte lo mejor de mí, y jamás pensé en molestarte en mis años viejos.
Un nuevo día, sólo me trae desesperanza y angustia, al darme cuenta que mi mente se mueve mas rápido que yo, y mis vivencias se van desapareciendo en un olvido total.
Por favor, sé bondadosa y apiádate de mí; no me llores, al contrario... bendíceme y ruega por mí... porque mi próximo nacimiento me llama.
Por favor, no sufras... allá estaremos más tiempo tú y yo juntas...
Adiós, hija mía... allá te espero.
Sergio Pérez Castañeda