Las oraciones de los niños
Como un canto al alma es la plegaria que los niños lanzan al cielo antes de dormirse. Y saben ustedes que estas oraciones simulan pinceladas de color a los ojos del Espíritu atento, que se recrea al ver cómo las aspiraciones humanas pintan noche a noche los cielos espirituales del planeta.
¿Habrá algo más tierno en el mundo que la oración sincera de un niño, que ha unido sus palmas, o tal vez ha puesto su frente en el piso, y con una voz llena de amor eleva una oración a Dios?
¿Habrá en el cielo alguien que se resista a contestarla, si la simple imagen mueve al corazón a una respuesta inmediata?
La oración de los niños es el canto más puro y noble que la humanidad puede lanzar al espacio. Y siendo los niños los heraldos de la nueva humanidad, ¿no estará en ellos la clave para desentrañar y resolver los más grandes conflictos en que hoy las sociedades humanas se sumergen y debaten?
¿Por qué el hombre-adulto se separa tanto del hombre-niño?
¿No habrá alguien que vuelva a enseñar el camino que conduce a la pureza del corazón y de los sentimientos; y que permite resolver todos los conflictos en unos cuantos segundos?
¿No habrá algún adulto capaz de enseñar, cómo es que los niños olvidan los agravios con la facilidad con que lo hacen?
¿No valdría la pena a los grandes gobiernos mundiales que invirtieran toda su riqueza para investigar cómo hacer para que los niños no perdieran su candidez y su sabiduría emocional al momento de llegar a la edad adulta?
¿No serían esos los millones mejor gastados en la historia de la civilización?
Un antiguo texto afirma que la oración de un niño viaja llena de semillas espirituales, que son sembradas en los corazones de todos aquellos que escuchan sus palabras.
Porque el niño tiene el poder de conducir la luz divina a través de su corazón, y transformarla en palabras, que al ser escuchadas por otros seres humanos, son fecundadas en semillas divinas, que llegado su tiempo florecerán y mostrarán al mundo su color y su aroma.
Por eso hoy les digo, cuiden de los niños, enséñenles el poder de la oración y unan sus mentes a las de ellos para que su pureza y la fuerza de su irradiación se unan a la conciencia que ustedes tienen del trabajo a realizar y de la misión en la que han aceptado trabajar.