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Controlar el conflicto


Algunos matrimonios pueden haber sido hechos en el cielo, pero muchos detalles tuvieron que arreglarse aquí en la tierra. Desafortunadamente, muchas parejas comienzan una relación con muy poco o ningún conocimiento de cómo debiera funcionar tal relación.

«Yo me casé para irme de casa, para tener mi propio hogar y ser independiente», admitió una joven de nombre Juanita. «Mis padres trataron de evitarlo, pero uno siempre cree saber más que ellos. La cuestión, es que no pude lograr una buena comunicación con mi esposo. Después de seis meses supe que había cometido un error» -confesó. «Lo supe aún antes de que naciera mi bebé. Al poco tiempo me divorcié de mi marido».

Los nombres pueden cambiar y las circunstancias variar, pero la tragedia sigue siendo la misma: muchos matrimonios acaban en divorcio por no saber manejar un conflicto.

Desarrollar una buena comunicación para controlar un conflicto lleva tiempo y dedicación. Pero la recompensa vale la pena. En consulta, un hombre me dijo: «mi cónyuge y yo no tenemos buena comunicación en nuestro matrimonio. En realidad, a veces pareciera que somos dos desconocidos. A menudo estamos en desacuerdo y cada uno hace lo suyo. ¿Qué me aconseja?»

El punto más importante para resolver un conflicto, es que éste debe ser resuelto por las dos partes. Si una está dispuesta a intentarlo, pero la otra no, entonces no resultará.

El conflicto no tiene que ser algo destructivo. La tensión forma parte de todas las relaciones interpersonales sanas, pero debemos mantener la confianza y la fe en medio de ella, y encontrar maneras positivas de expresar nuestra ira.

Hay básicamente dos maneras de transmitir un mensaje de enojo:

- Aceptación.

- Acusación.

Para que la ira esté dirigida por el amor, es preciso que expresemos nuestro enojo sobre la conducta de la persona, no sobre la persona. Se trata de rechazar la conducta, pero no a la persona.


Reglas para resolver los conflictos:

- Trata directamente con el hecho y no ataques a la persona. Lo más importante es la persona, no demostrar quién tiene la razón.

- Escoge el tiempo y el lugar apropiados para tratar los conflictos. Si el hombre está escuchando las noticias, no es un buen momento. Si la mujer está preocupada con la comida, no es un buen momento. Muchas veces, es preferible dejar pasar el enfado para poder hablar con calma.

- Intenta ser honesto acerca de la causa del conflicto. La chispa pudiera haber sido una tontería, mientras que la causa real es mucho más seria; quizás un problema latente sin resolver. Es mejor ahorrar las energías que discutir sobre pequeñeces.

- No te apartes del asunto. Si sacas a relucir otros problemas que no están relacionados con el problema actual, la discusión puede explotar. No es el momento de mencionar todas las faltas del otro. Las amenazas de separación o de divorcio no ayudan. Es más fácil encontrar una solución si los dos la desean de verdad.

- No dejes que pase mucho tiempo antes de tratar lo que te irrita. No es bueno acumular conflictos sin resolver. Esta práctica suele traer resentimientos y amargura.

- Recuerda que es posible ganar la batalla y perder la guerra. Un conflicto no está resuelto si se deja al otro aplastado o humillado. En un conflicto matrimonial, uno no puede ganar y el otro perder; los dos ganan, o los dos pierden.

- El silencio no es la solución al problema. Puede incluso ser un arma para controlar, frustrar, o manipular al otro. Así es, el silencio parece ser el camino menos doloroso, pero normalmente está tapando momentáneamente el problema, no resolviéndolo. Resurgirá otro día, más fuerte aún. Si en la pareja uno de ellos usa este método, el otro debe mostrarse dispuesto a escucharle cuando quiera hablar, pero no debe forzarle ni insistir.

- Olvida los errores del pasado. También, conviene olvidar las palabras «nunca» y «siempre». Las generalizaciones suelen ser una forma típica de exagerar.

- Cuando estés equivocado, admítelo; cuando tengas razón, cállate. El reconocimiento de un posible error personal es una muestra de humildad y de amor. A veces, es necesario pedir perdón aunque no se tenga la culpa. La tranquilidad y el amor son más importantes que una victoria personal.

- Aprende a perdonar. El conflicto se hace más crónico por la incapacidad de perdonar. A la vez, es necesario saber aceptar el perdón. Si Dios, que es todo bondad, nos puede perdonar a nosotros, ¡cuánto más debemos perdonarnos los unos a los otros!

Dios espera que nosotros, sus hijos, seamos pacificadores, y para serlo, hay que saber enfrentarse con amor, sin dañar, sin quitar nada del valor de la otra persona. En una relación madura, los dos, hombre y mujer, deberán aprender a enfrentarse de verdad mientras que afirman su amor. Este tipo de enfrentamiento hará que la relación se enriquezca.

El amor es dinámico; su naturaleza no permite que sea estático. Tiene que aumentar o disminuye. Cada vez que uno niega la existencia de problemas o teme arriesgar la intimidad para resolverlos antes de que se hagan más grandes, va consiguiendo como resultado la pérdida de la confianza y del amor. El aburrimiento en una relación vacía sería el resultado. El amor vital puede transformar el conflicto en una fuerza constructiva que dará una mayor comprensión y compenetración a la relación.