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Ser buenos padres no es permitir el abuso


La errada creencia de que ser buenos padres es estar dispuestos a sacrificarse por los hijos y ayudarles en todo, está llevando a que a veces los hijos abusen de sus padres. Un ejemplo de esta situación son los hijos mayores de edad que viven a costillas de sus padres, aún cuando tienen la edad y capacidad para asumir la responsabilidad por su vida.

En efecto, cada vez son más los adultos jóvenes que viven en la casa paterna y siguen exigiendo que se les atienda y provea todo como si fueran niños, mientras exigen que nadie se «meta en su vida porque ya son mayores». Sin embargo, no asumen los deberes correspondientes y sólo colaboran con los quehaceres o gastos del hogar cuando les provoca.

La diferencia entre el abuso infantil y el abuso paterno, es que los niños no pueden defenderse, pero los adultos sí. Cuando los hijos cumplen la mayoría de edad, no sólo ganan unos privilegios sino que pierden otros tantos, porque se termina el deber de los padres de proveerles lo que necesitan. De ahí en adelante cualquier cosa que se les de, es un acto de generosidad y no una obligación, y es muy importante aclarárselo.

El amor y compañía de los hijos no se compra, y el precio a pagar, en ningún caso debe implicar tolerar su abuso y desconsideración, porque si bien es cierto que los padres no pueden controlar la conducta de los hijos, sí pueden controlar su propia conducta, y cuando solucionan los problemas de sus hijos y los ayudan con sus obligaciones, les están enseñando a ser irresponsables y a que se aprovechen de los demás, con lo que los preparan, entre otras, para que fracasen en sus relaciones de pareja y en su vida laboral.

Viene al caso la historia de un rey a quien le regalaron dos cóndores jóvenes, porque amaba contemplar el vuelo de las aves. Pronto uno de ellos alzó vuelo, pero el otro seguía estático mientras lo alimentaban con esmero, a fin de que tuviese la fuerza para salir volando. Un tiempo después, ante los infructuosos esfuerzos por lograrlo, el desesperado monarca ordenó al jardinero que matara al cóndor que permanecía sentado en una rama.

Éste le pidió al rey su consentimiento para hacer que el ave volara, en lugar de matarla. Aunque incrédulo, el monarca consintió, y poco después vio al pájaro emprender vuelo. Cuando le preguntó al jardinero qué había hecho para lograrlo, éste contestó:
- «Muy simple, majestad; le corté la rama».

Por eso, al permitir que los hijos se aprovechen de la mal entendida bondad, los padres los inmovilizan en su travesía por la vida. No les cortan las ramas para que vuelen, y corren el riesgo de que con su peso, les arruinen el nido.

Otro ejemplo de abuso de los hijos para con los padres se da también en los padres divorciados donde el hombre o la mujer deben asumir el papel de padre y madre a la vez. Esta situación genera un sentimiento de culpa en los padres que los conduce a permitir que sus hijos menores controlen sus vidas, llegando incluso a no aceptar que el padre o la madre rehagan sus vidas con otras parejas.

También cabe el ejemplo de aquellos padres que dan a sus hijos gustos económicos que están por encima de sus presupuestos, con el famoso pretexto de: «Yo quiero que mis hijos tengan lo que yo nunca tuve». El amor por los hijos todo lo puede, pero el daño será irreparable, porque el niño no tiene la capacidad para entender el esfuerzo económico de sus padres para ofrecerle lo que él tan fácilmente recibe. Es importante que los hijos conozcan el esfuerzo de los padres para concederles todos sus gustos, de lo contrario, crecerán con el concepto errado de que en la vida todo se consigue sin ningún esfuerzo.

Tema preparado por el grupo ´Semillas de Vida´