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La risa favorece seriamente la salud


Los tiempos de crisis (aunque etimológicamente la palabra significa «cambio» y todo cambio tiene un trasfondo favorable) provocan en quienes no están lo suficientemente preparados, trastornos de todo tipo: mentales (los pensamientos se tornan sombríos y comienzan a aparecer e instalarse los HMN = Hábitos Mentales Negativos); emocionales (las sensaciones y los sentimientos son de desolación, de indefensión, de miedo); físicos (todo el proceso anterior comienza a impactar en el organismo y los síntomas son numerosos, transformándose muchos de ellos en verdaderas patologías); y hasta espirituales (invade la duda y la falta de fe, hasta creer que ni Dios puede ayudar porque nos abandonó).

Los tres hábitos mentales negativos más comunes que se instalan y se retroalimentan son: el mal humor, la preocupación y la angustia, y todos conllevan a las dos patologías clásicas de las últimas décadas: estrés y/o depresión. Así que finalmente nos enfermamos. Y la pregunta obligada es ¿cambió algo? Nuestros estados anímicos negativos ¿modificaron en algo la situación personal y social? La respuesta también es obligada ¡claro que no! Es más, la empeoraron, porque agregamos un factor que antes no existía: el deterioro psíquico y físico. Y si estábamos, por ejemplo, faltos de dinero, ahora se suman nuevos gastos (que no se pueden evitar): honorarios médicos, psicológicos y la compra de medicamentos. Ni qué decir si la cosa es más grave y requiere internación, como por ejemplo, un ACV (derrame cerebral) o un infarto.

Allí es donde aparecen otras herramientas, o técnicas, o métodos que van más allá de la medicina ortodoxa y que complementan y ayudan a ésta para la curación, pero con los que, fundamentalmente, se puede hacer prevención, cosa que no hace ninguna rama (ni clínica ni psicológica) de la medicina tradicional. Hay muchas líneas valiosas que intentan modificar el comportamiento. Nosotros optamos por la risa.

La risa provoca respuestas fisiológicas muy beneficiosas en nuestro cuerpo físico, que también influyen o impactan sobre lo mental-emocional y hasta sobre lo espiritual. Son muchísimas, por ejemplo: nos provoca la liberación de unas hormonas llamadas endorfinas, que, entre otras cosas, mantienen la elasticidad de las venas y arterias (¿recuerda lo que dijimos de los derrames cerebrales y los infartos?) y estimulan el centro del cerebro, sistema límbico o hipotálamo, sede de las emociones (¿recuerda lo que dijimos del mal humor, la angustia y la depresión?).

Cuando usted se sienta preocupado, o preocupada, por algo que le aflige, ¡sonría!, y si puede, ¡trate de soltar una buena carcajada! Esto no significa que lo que nos preocupa no tenga importancia, o que no tengamos que ocuparnos en resolverlo, solo que el buen humor al que nos predispone una carcajada crea un cambio en la percepción que nos ayuda a centrarnos en un punto más lleno de energía y de actitud mental positiva y desde allí, poder resolver o entender mejor -desde una óptica más favorable- aquello que nos preocupa.

Claro que es muy común que el problema que uno tiene no resulte nada gracioso... pero reírse de él alivia las tensiones que tienden a perpetuarlo. Y usted podrá argumentar que riendo tampoco soluciona sus problemas. Es cierto. Pero sí ocurren otras cosas: primero, usted no se enferma, y segundo, la risa alivia cualquier carga y nos aleja de una situación aparentemente dramática, y con esa actitud somos capaces de tener una panorámica más amplia donde seguramente vamos a encontrar más de una posible solución positiva. La risa puede restaurar el equilibrio (para nosotros, «volver al eje»), que la crisis afectó, y el equilibrio es lo que crea un mundo sin lucha, en nuestro entorno familiar, laboral y en nuestra salud.

Leyendo esto, usted podrá preguntarse: ¿cómo hago para sonreír o reírme con las cosas que están o me están pasando? Bueno, la respuesta es tan simple que a muchos se les escapa: ¡forzando! Por supuesto es una técnica, que responde a todo un método que nosotros llamamos «Método RH (risa holística)». Pero usted lo puede lograr, mientras termina de leer, ¡sonría! y, si puede, ¡suelte una carcajada!, como le salga. Adelante, fuerce la sonrisa, y la risa. ¡Inténtelo, sonría, ríase...! y después advierta cómo se siente.