Olor a mamá
-«Mamita, cómo hueles de rico». (Eso me dice mi pequeña de seis años con quien estoy acostada conversando).
-«Pero, mi amor, ¿a qué puedo oler si no uso lociones, ni perfumes, ni cremas? Con seguridad no huelo a nada».
-«Te equivocas, mamita, hueles rico, hueles a mamá», me contesta sonriente.
Esta respuesta me llena de emoción y me hace pensar: Es una respuesta linda, llena de amor y de ternura.
«Hueles a mamá», yo nunca había pensado en ese olor, no lo había llamado así, nunca supe definirlo, pero ahora sé que mi madre huele dulcemente a mamá.
«Hueles a mamá», cuando estás llena de ternura, de amor, de cariño, de comprensión.
«Hueles a mamá», cuando juegas con tus hijos sin importarte qué pasó con tu arreglo. Cuando con ellos vuelves a ser niña y compartes el yoyó, la pelota y la muñeca.
«Hueles a mamá», cuando con ellos cantas y cuentas cuentos. Cuando escuchas sus quejas y oyes sus problemas.
«Hueles a mamá», cuando encuentras palabras adecuadas en sus momentos tristes.
«Hueles a mamá», cuando les dedicas todo tu tiempo cuando están enfermos.
«Hueles a mamá», cuando les permites invitar a sus amigos, sin preocuparte cómo te dejan la casa.
«Hueles a mamá», cuando soportas sus chanzas pesadas, cuando les hablas de su deporte favorito así tú no entiendas nada.
«Hueles a mamá», cuando les reprendes a tiempo e impones una disciplina dulce pero firme.
«Hueles a mamá», cuando sabes decir «sí» y cuando sabes decir «no».
«Hueles a mamá», cuando te afanas y preocupas por sus estudios.
«Hueles a mamá», cuando procuras mejorar y aprender a ser mamá las veinticuatro horas del día.
Mi niña me dijo que yo olía a mamá, y me siento muy feliz. Ojalá todas las mujeres tuviéramos siempre ese hermoso y dulce «olor a mamá».