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Cuando mamá y papá usan drogas o beben demasiado


Un refrán muy conocido dice que las apariencias engañan. Y ese podría ser el caso del hijo de tu vecino o de la mejor amiga de tu hija. Ellos aparentan ser jóvenes perfectamente normales y que disfrutan de una vida alegre. Pero detrás de sus dulces rostros, guardan un gran secreto del cual sienten que no pueden hablar: mi mamá o mi papá es un alcohólico o drogadicto.

Cuando los jóvenes crecen en un hogar en el que uno de los padres abusa de sustancias controladas, pueden desarrollar problemas que potencialmente perduren toda su vida. Corren el riesgo de sufrir de depresión y ansiedad, a menudo carecen de destrezas sociales e interpersonales o de otro tipo y tienen una probabilidad mayor de desarrollar problemas de abuso de sustancias controladas que los jóvenes que no tienen un padre adicto.

Los jóvenes de padres que abusan de sustancias controladas también pueden sentirse aislados, avergonzados o temerosos de traer amigos de visita a su casa. Los expertos dicen que estos jóvenes necesitan adultos comprensivos que los ayuden, aunque sólo sea para conversar de la situación, demostrándoles que el desahogarse al respecto no significa que estén traicionando a sus padres. Estos adultos de confianza (como parientes, amigos o maestros) pueden ayudar a los jóvenes de padres que abusan de sustancias controladas a sentirse menos solos, faltos de cariño y confundidos por las acciones de sus padres.

Estos adultos comprensivos pueden hacerles entender que la situación por la que están pasando no es su culpa, ya que ellos no pueden curar a sus padres y probablemente no pueden mejorar lo que está pasando. Los adultos pueden reconocer a los jóvenes que sufren de este tipo de problema si están atentos a señales como: llegar tarde a la escuela, la tendencia de mantenerse apartados de otras personas, inestabilidad en el desempeño académico y en otras funciones y/o el padecimiento de enfermedades físicas como dolores de cabeza o de estómago sin causa aparente. A veces, el mero hecho de conversar en un ambiente familiar o en la escuela sobre su situación particular es suficiente apoyo para un niño.

En otras ocasiones, estos jóvenes necesitan ayuda a través de un grupo de apoyo de la comunidad. Por ejemplo, una niña de 12 años que participa en un programa de apoyo para jóvenes de padres que abusan de sustancias controladas dijo: «El grupo es como una familia para mí. Está lleno de personas jóvenes que me entienden y me siento segura ahí. Frecuentemente me recuerdan que no es mi culpa y me brindan esperanza».

Los adultos comprometidos que trabajan a diario con hijos de padres que abusan de sustancias controladas se pueden convertir en un apoyo permanente para estos jóvenes.