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El poder de las palabras


Es increíble el efecto que producen las cosas que decimos. La mayoría de las veces no nos damos cuenta de lo que decimos y mucho menos de las consecuencias.

Las palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y sentimientos. Lo primero que nos ocurre es tener un pensamiento que puede ser bueno o malo, luego, si no cortamos ese pensamiento, se puede transformar en palabras y posteriormente en acciones. Por eso es importante inclusive revisar nuestros pensamientos porque allí comienza todo. Muchas veces lastimamos, ofendemos ó enredamos las cosas sólo con lo que decimos o dejamos de decir, por eso tenemos que pensar antes de hablar.

Una vez alguien dijo: «Dios nos dio dos oídos y una sola boca, usémosla en esa misma proporción», es decir escuchemos más y hablemos menos.

Tratemos de construir al hablar y no destruir. Cuando estés hablando con alguien, confirma si la otra persona está entendiendo exactamente lo que tú quieres decirle. Muchas veces preguntamos: ¿entendiste? y la otra persona responde: sí, pero eso no es suficiente. Preguntemos qué entendió y verifiquemos si es o no lo que queríamos decirle. De esta manera nos podemos ahorrar muchos malos entendidos.

La comunicación no es nada fácil, por lo general hablamos muy rápido y no nos tomamos el tiempo para aclarar muchas cosas. Las palabras encierran un poder que desconocemos pero que cada día se comprueba más y más, trabajan sobre nuestro cerebro constantemente enviándole información. Esta información genera en nosotros sentimientos, actitudes, pensamientos, etc. Si hablamos cosas positivas, es mayor la probabilidad de que sucedan cosas buenas, si hablamos cosas negativas, pues eso será lo que recibamos. Así que habla de tal manera que en tu alma y en la de los demás, quede la Paz.

Las palabras no se las lleva el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente.

Las palabras curan o hieren a una persona. Por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio. Piensa en esto y cuida tus pensamientos, porque ellos se convierten en palabras, y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino.

Piensa muy bien antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz.

De las palabras depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.

Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca.

Las palabras tienen mucha fuerza, con ellas podemos destruir lo que hemos tardado tanto tiempo en construir.

Cuántas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar algo por lo que hemos luchado. Cuántas veces una palabra de aliento tiene el poder de regenerarnos y darnos paz. Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado algo edificante. Con el uso de expresiones agresivas, lastimamos a las personas provocando heridas, creando resentimientos y dolor, que después se volverán contra nosotros.

La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado papel y la ofrecemos con ternura, seguramente será aceptada con agrado.

Las palabras son la manifestación de nuestro mundo interior; al cuidar de nuestro lenguaje, purificamos nuestro mundo interior.

Muchas enfermedades son el producto de nuestros pensamientos desequilibrados.

La violencia, las mentiras, el resentimiento y tantas otras cosas existen y conviven con nosotros en este mundo. Ante ello tenemos que cultivar cualidades de amor, verdad y gratitud, creando un sólido mundo interior en donde la bondad y la verdad brillen, para luego extender este mundo interior a las personas de nuestro alrededor.


Una palabra amable: puede suavizar las cosas.
Una palabra alegre: puede iluminar el día.
Una palabra oportuna: puede aliviar la carga.
Una palabra de amor: puede curar y dar felicidad.
Una palabra irresponsable: puede encender discordias.
Una palabra cruel: puede arruinar una vida.
Una palabra de resentimiento: puede causar odio.
Una palabra brutal: puede herir o matar.

¡Las palabras están vivas! ¡Bendicen o maldicen; alientan o abaten; salvan o condenan! «Si todas nuestras palabras son amables, los ecos que escucharemos también lo serán.» Cuida tus palabras, ellas tienen poder. De ti depende si las usas para bien o para mal.