Joven para siempre
Cuando yo era joven, pensaba que no tenía nada que ver con los ancianos. Pienso que la mayoría de los jóvenes encuentran difícil de creer que un día serán viejos. Sin embargo, la realidad es que ahora yo estoy entre los «ancianos» y no me puedo mover con la facilidad y la velocidad con la que una vez lo hice.
Mi maestro solía decir que los últimos años de la vida son los más importantes. Si esos pocos últimos años son felices, habremos tenido una vida feliz.
La vejez es una época de realización y culminación espiritual. Cuando ya no se busca alcanzar posiciones, estatus, dinero o bienes materiales, los seres humanos podemos llegar a vernos a nosotros mismos y a la realidad de la vida y la muerte sin la distracción de los asuntos superficiales.
Cuando se llega a la vejez, se sabe dentro del corazón si se ha vivido o no una vida satisfactoria, nadie puede saber o decidir esto por uno. El máximo reto que cada uno de nosotros enfrenta es si podrá decir, honestamente, al final de sus días en este mundo, que su vida ha sido bien vivida.
Creo que el que podamos vivir una vida verdaderamente satisfactoria hasta el final depende en gran medida de cómo percibimos la muerte. Lamentablemente, muchos ancianos se sienten ansiosos y temerosos acerca de la idea de la muerte. No obstante, como los budistas, encuentro de gran ayuda el que podamos comparar los ciclos de la vida y la muerte con el ritmo diario de despertarse y dormirse. Así como esperamos con ansia el descanso que nos brinda el sueño después de los esfuerzos del día, la muerte puede ser vista como un período en el que se le da la bienvenida a la posibilidad de descansar y recargar energía, un período en el que nos preparamos para una nueva ronda de vida activa. Y así como disfrutamos de un buen sueño después de un día en el que hemos dado lo mejor de nosotros mismos, una muerte fácil y tranquila sólo puede ser la consecuencia de una vida vivida al máximo sin ningún remordimiento.
Es natural para los árboles el sostener los frutos en la época de cosecha. De la misma manera, la «vejez» es un período de maduración. La vejez puede ser la época más valiosa de la vida humana, una época en la cual poseemos una rica experiencia, un carácter profundamente pulido y refinado, y un corazón puro y amable. La pérdida de ciertas capacidades con la edad no es algo de lo que haya que avergonzarse. Por el contrario, las variadas debilidades que vienen con la edad deben ser vistas como insignias de honor que deben ser llevadas con orgullo.
Hay un dicho que dice, «para un tonto, la vejez es un amargo invierno; para un sabio es una época de oro». Todo depende de nuestra propia actitud, de cómo enfocamos la vida. ¿Miramos la vejez como un período de deterioro que finaliza con la muerte? ¿O como una época en la cual tenemos la oportunidad de lograr nuestras metas y de llevar nuestra vida a un final provechoso y satisfactorio?
Recientemente recibí una carta de una señora de 67 años en Kioto. Su consejo era el siguiente: «Necesitamos desterrar de nuestras mentes cualquier expresión de derrota, así como declaraciones y pensamientos tales como 'no lo puedo hacer', 'soy muy viejo', 'no tiene ningún sentido que lo intente', o 'es muy duro'. En cambio, debemos decirnos a nosotros mismos: 'todavía no me daré por vencido', 'todavía soy joven', 'todavía tengo mucha energía'. Tan sólo con cambiar la manera en la que nos hablamos a nosotros mismos y a los demás, podemos cambiar nuestros patrones de conducta hacia una dirección positiva».
Los estudios demuestran que cuando hacemos uso continuo del poder de nuestra memoria y de nuestra concentración, estas habilidades no necesariamente se pierden. Un interés activo por los demás, encontrar nuevos pasatiempos y hacer nuevos amigos, son actitudes positivas que han demostrado disminuir el deterioro físico y mental.
Aunque nuestros cuerpos puedan envejecer, si mantenemos una actitud activa y positiva, nuestros corazones y nuestras mentes permanecerán «jóvenes» por siempre.
Para citar al poeta Samuel Ullman: «La juventud no es una época de la vida, es un estado de la mente. No tiene nada que ver con mejillas sonrosadas, labios rojos y rodillas flexibles, sino con voluntad, calidad en la imaginación, vigor en las emociones y frescura en el profundo manantial que da origen a la vida».
Resulta vital poder siempre mirar hacia el futuro, y tener planes y aspiraciones. Una perspectiva así es crucial para hacer provechosos y satisfactorios los últimos años de nuestra vida.
Una mujer cuya actitud juvenil realmente me impresionó fue la pintora americana conocida como «Abuela Moses», fallecida a los ciento un años de edad, quien dejó una obra de alrededor de mil quinientos cuadros. El caso es que, esta anciana apenas comenzó a pintar a la edad de 75 años y que nunca antes había estudiado pintura. Hasta entonces, no había pasado de ser la simple esposa de un granjero.
Se trata de una dama que tuvo que enfrentar gran cantidad de dificultades en su vida; cinco de sus diez hijos murieron jóvenes y también perdió a su esposo cuando ella tenía 66 años de edad. La Abuela Moses decía que aunque hubiera tenido que experimentar tanto dolor y aunque hubiera tenido que trabajar tanto, se había negado a ser arrastrada por el sufrimiento y siempre miraba hacia adelante.
Fuese lo que fuese que estuviera enfrentando, esta dama se esforzaba por hacer que cada día y cada momento tuviera el brillo de su sonrisa. Después de que sus hijos alcanzaron la edad para irse de la casa y luego de la muerte de su esposo, se negó a dejarse arrastrar por la soledad o a renunciar a la vida. Adoptó el reto de pintar y sus últimos años brillaron como una hermosa puesta de sol. En cierta oportunidad escribió «miro hacia atrás y veo mi vida como un buen día de trabajo. La faena ha terminado y me siento satisfecha. Me siento feliz y complacida. No lo sabía hacer mejor, pero le saqué el mejor provecho a lo que la vida me ofreció. Y la vida es lo que hacemos de ella, siempre ha sido así y siempre lo será».
Hay una gran diferencia entre simplemente vivir una larga vida y vivirla a plenitud sacándole el máximo provecho. Lo que es realmente importante es la cantidad y la riqueza de rica textura y de color que le podamos agregar a nuestras vidas durante nuestra estadía aquí en la Tierra, sea cual sea el tiempo que dure esta estadía. La calidad es lo que tiene verdadero valor, no la cantidad.
Daisaku Ikeda